Vogliamo essere come un fiume che scorre, o…?

Non è più tempo di ambiguità, di piedi in mille scarpe, di acrobazie politiche emancipazioniste. Mai come ora è necessario decidere da che parte stare.

Mentre in Italia si costituiscono le “Donne per la salvezza” – orrenda sintesi tra le cosmolinghe di cui parlavo negli anni ’90 (si veda il mio ... e il piacere?) e le patriarche di cui hanno abbondantemente scritto le compagne della Coordinamenta – dalle Mujeres y La Sexta arrivano una boccata di ossigeno postvittimista e importanti suggestioni sul “che fare?”.

Qui sotto riporto un “assaggio” del Forum virtuale Somos Ríos Que Fluyen

Chi fosse interessata ad approfondire, trova altri materiali nel sito delle Mujeres e in quello della Red Latina sin fronteras.

Somos cosmoS 
Somos cuerpAs de aguA 

Las mujeres no solo luchamos contra la muerte, luchamos contra los vidatenientes. Agentes patriarcales que creen tener el derecho a usar nuestras vidas para su  beneficio y explotación. Nuestras vidas, un recurso desechable más, una mercancía del capitalismo. La perversa asociación de agua con dinero es lo que ha roto los ciclos naturales en los ecosistemas; y luego, cuando el despojo está más empoderado que nunca y la Tierra tan desequilibrada, el mercado nos vende un paraíso falso de chichis de silicón. 
 
Estamos  en  la  búsqueda  de  otras  maneras  de  habitar  este planeta y  ser  entre nosotres. Importante resaltar el papel de faro del movimiento zapatista; autonomía que desde la antigua Mesoamérica, ilumina un camino posible hacia lo pos patriarcal. También el movimiento indígena en Bolivia que ha generado su propia teoría crítica y nos da luz sobre la necesidad de autogobiernos comunitarios y para estatales. Y la hermandad del proyecto indígena americano con la lucha de la revolución de las mujeres kurdas, en la antigua Mesopotamia.

Publicamos aquí un texto hecho con retazos de discursos y reflexiones. Palabra política de las mujeres que participaron en el foro virtual organizado por Mujeres y La Sexta, titulado Somos ríos que fluyen, que tuvo lugar en el ciberespacio, el sábado 2 de enero de 2021. Escuché con atención a cada una de las participantes y comentaristas. Tomé las notas que consideré más pertinentes, aquí están ya editados mis apuntes.
 
La organización comunitaria sigue siendo necesaria para  sostener  una  lucha.  Hasta  hoy  la  metodología más eficiente, desarrollada desde centenares de años atrás, por los pueblos indígenas colonizados, para una sobrevivencia digna y creativa, es la comunalidad. Los pueblos amerindios y mesopotámicos, son expertos en relaciones de reciprocidad. 
 
Tejer redes =  nuestra contra estrategia 
 
Las luchas fragmentadas son funcionales al sistema. Podríamos estar “luchando” sin cambiar nada y ni siquiera cuestionarlo. Las luchas individuales persiguen otro fin que no es colectivo. Tengamos claridad respecto a por qué y contra qué estamos organizándonos y cómo queremos que sea la vida en un escenario poscapitalista. Requerimos hacer trabajo en torno a la unidad de las luchas (y de las personas) y eliminar los sesgos que separan e incluso confrontan a las distintas luchas de los diferentes pueblos y grupos del mundo.
 
¡Ojo! Anoto a continuación algunos de los problemas a pensar y poner la alerta. 
 
Nuestra lucha como mujeres no escapa a la paradoja de la necesidad de la tecnología para comunicarnos, crecer y difundir propuestas, mientras que producir esta tecnología y utilizarla implica la explotación de los pueblos, los ríos y las tierras. Producción que supone el enriquecimiento de algunos cuantos, que  lucran  hasta  con  el  número de veces que miramos nuestro portable. 
 
¿Cómo vamos a lograr superar esta paradoja?  Tenemos que comenzar a pensarlo.  
Pero ahora  mismo es urgente que hagamos consciente que estamos inmersas en un régimen mundial que consume más energía cada día que pasa, para lograr su comunicación. 
 
El orden pos Covid está requiriendo ya, de más recursos para imponerse y lograr establecer su mundo. Se está produciendo más contaminación y se hace indispensable para el sistema  la apropiación de las aguas; con el fin de construir hidroeléctricas y otras formas de  generación de energía.  Y se está consumiendo mucha más electricidad con la pandemia, dado que las telecomunicaciones, con celulares y dispositivos electrónicos aumentan con el  homework  y la cuarentena permanente. La comunicación de hoy está intermediada por la tecnología y es de carácter remoto, de no-contacto físico. Este librito mismo, que busca ayudar a difundir las luchas por el agua y por la vida, está de entrada, montado en la logística del producto electrónico, cuya existencia es posible, gracias a la explotación de aguas y otros elementos del medio ambiente.
 
Otra paradoja, la necesidad de un Derecho para defendernos del sistema; sistema legitimado por el Derecho. Si bien lo jurídico es un campo de batalla ineludible, que además necesitamos como instrumento de combate, tendríamos que imaginarnos más allá del Derecho, en la medida que éste está al servicio del dinero. Y pensar cómo trascenderlo, construyéndonos fuera de la mente patriarcal. 
 
Requerimos  otra  crianza,  que no se base en la idea  de competencia y la envidia, sino en el respeto amoroso de la individualidad en la estructura de la comunidad. Con la pandemia se paró la escuela, pero la gente necesita educación. Necesitamos impulsar nuestras escuelitas, con pedagogías libertarias. También dejar de pintarse el cabello y de arrojar químicos al mar. Nosotres podemos cortar la cadena de  lucro.  
 
Caminemos  en  la  dirección  que  nos  permita evitar comprar y vender mercancías y reintegrémonos a un colectivo, uno que nosotras inventemos, con nuestras amigas, o vecines. Un grupo de cercanos cuya palabra no clasifique, ni utilice  la ganancia como objetivo del  encuentro.  Compas que nos ayuden a evitar que el miedo defina nuestra vida, para curarnos de la epidemia de fascistitis que azota a la humanidad. 
 
Por último, es hermoso y energetizante presenciar cómo se van tejiendo las luchas de  Nuestra América y el Kurdistán. ¡Me encantaría ser parte de la proclamación de un pueblo planetario! 
 
¡Gracias a todas! 

Ana Claudia Molinari

Il femminismo che fiorisce in una lotta operaia…

Ho ricevuto da Maria Teresa Messidoro la segnalazione della significativa – e postvittimista! – esperienza delle operaie della fabbrica Florenzi a Soyapango (El Salvador), con l’invito a sottoscrivere la raccolta di firme solidale a sostegno della loro lotta.

Ecco uno stralcio del suo articolo, che potete leggere per intero qui:

[…] L’occupazione della Florenzi non è soltanto la lotta di donne che combattono contro un sistema neoliberista in cui i poveri cuciono per pochi soldi ciò che i ricchi indosseranno. C’è un cambiamento sostanziale rispetto al modello di protesta operaia tipica dei movimenti sociali salvadoregni (e di tutto il mondo) del secolo scorso: questa occupazione ha assunto, con il passare dei mesi, una caratteristica di genere, diventando uno spazio femminista.

Adesso le operaie partecipano a seminari settimanali gestiti da organizzazioni femministe, come Ormusa, la Organización de Mujeres Salvadoreñas po la Paz; «come abbiamo imparato a rompere con i modelli di violenza, molte donne presenti in questa occupazione incominciano anche a capire che non sono oggetto né schiave della casa; perciò molti dei loro mariti non accettano la loro partecipazione a questa azione» afferma Nery Ramírez, una delle dirigenti riconosciute del gruppo. […]


Tal’at!

Riprendo da NenaNews questo interessante articolo di Hala Marshood e Riya Alsanah, che mostra come ormai non funzioni più la narrazione furbetta del posporre la liberazione delle donne alla liberazione di un popolo.

Tal’at: un movimento femminista che reimmagina la Palestina

La frase “Non esiste una patria libera senza donne libere” ha riecheggiato nelle comunità palestinesi lo scorso settembre quando migliaia di donne sono scese in strada in dodici villaggi, paesi e città del mondo in quello che è stato il lancio di Tal’at, un movimento femminista palestinese. Tal’at significa uscire fuori in arabo.

Con la scelta delle strade come luogo di lotta, le marciatrici hanno alzato la voce contro la violenza di genere in tutte le sue manifestazioni: femminicidio, violenza domestica, sessismo incorporato e sfruttamento, affermando che il sentiero verso la vera liberazione deve includere l’emancipazione di ogni palestinese, incluse le donne.

È stata la prima volta che nella storia recente le palestinesi hanno agito sotto una bandiera apertamente politica e femminista. Si è riusciti a mobilitare le palestinesi nella loro geografia frammentata.Il catalizzatore è stato l’uccisione di Israa Ghrayeb, una ventunenne palestinese di Betlemme. Israa è stata picchiata brutalmente dai membri della sua famiglia nell’agosto 2019. L’hanno seguita all’ospedale dove le hanno inflitto ulteriori ferite che, a causa dell’abuso fisico ininterrotto, le sono state fatali. Le grida di aiuto di Israa all’ospedale sono state documentate dallo staff medico e condivise sui social media. Nessuno è andato a salvarla, apparentemente neanche la persona che ha documentato le sue grida di aiuto è intervenuto.
Ciò che è successo poi ha evidenziato ulteriormente la brutalità assoluta dell’omicidio di Israa. La diretta complicità istituzionale dell’ospedale è andata a sommarsi al silenzio sociale della famiglia che ha diffuso voci d’accusa. Sostenevano che Israa fosse “posseduta” e dichiaravano che avesse problemi di salute mentale – come se ciò giustificasse le loro azioni.

Israa è una delle trentanove donne palestinesi uccise nel 2019 secondo i nostri dati. Dall’inizio del 2020, Shadia Abu Sreihan, trentacinquenne del Naqab (Negev) e Safa Shikshek, venticinquenne di Gaza, non sono più con noi a causa di femminicidi.
Sentendone l’esigenza, due settimane dopo l’omicidio di Israa, un piccolo gruppo di donne palestinesi ha emesso una chiamata alla protesta, spingendo le donne a scendere in strada, alzare la voce e agire: “Questa è una manifestazione per Israa e per le 28 donne che abbiamo perso dall’inizio dell’anno, e per coloro i cui corpi e le cui anime affrontano violenze quotidiane”.
“Il nostro messaggio: la sicurezza e la dignità delle palestinesi non è una questione che riguarda solo le donne, ma deve essere alla base della nostra politica emancipatoria nei discorsi e nell’agire, perché non esiste una patria libera senza donne libere”.

Perché le palestinesi sentono l’urgenza di organizzarsi sotto una bandiera esplicitamente emancipatoria femminista? Qual è il discorso femminista che Tal’at incarna? Scriviamo nel tentativo di porre alcuni di questi interrogativi.
Sfidando gli stereotipi razzisti e orientalisti, le donne del Medio Oriente e del Nord Africa sono in prima linea nella lotta per la costruzione di una società più giusta ed equa. Mentre scriviamo le donne occupano piazze e marciano per le strade di un Iraq dilaniato dalla guerra, determinate a giocare un ruolo attivo nel dare forma al loro futuro. In Libano, le donne non hanno abbandonato le strade, sfasciano banche, si agitano per i diritti dei rifugiati siriani e palestinesi e danno una lezione in tempo reale per quanto riguarda la pratica del femminismo rivoluzionario.

Le femministe di tutto il mondo incarnano e articolano un femminismo che vede l’oppressione come qualcosa di sistematico e radicato strutturalmente nel capitalismo, che si interseca con la razza, la sessualità, il colonialismo e l’ambientalismo. In breve, un femminismo che va oltre le rivendicazioni di genere individuali, spingendoci a combattere per un mondo più giusto ed equo per tutti.
Tal’at è parte di questa tradizione femminista rivoluzionaria. L’esperienza di vita di più di sette decenni di violenza coloniale israeliana ha dato forma al nostro movimento. In quanto popolo, siamo privati dei nostri diritti e bisogni di base mentre si paralizzano il nostro sviluppo collettivo e la nostra resistenza. Questa realtà ci costringe ad analizzare esperienze di violenza – nelle sue varie forme – come una questione sociale e politica che deve essere affrontata alla radice e collettivamente, in quanto società.

Oltre a porre una minaccia diretta alla vita e alla riproduzione sociale, per rafforzare ulteriormente il suo controllo, Israele ha lavorato strategicamente per colpire e frammentare i palestinesi dal punto di vista sociale, politico ed economico. La privazione dell’agire collettivo delle comunità palestinesi si accompagna al consolidamento delle strutture parentali patriarcali. Ciò si acuisce in particolare nel caso dei palestinesi in Israele dove si sviluppano relazioni beneficiarie tra il governo di Israele e i capi delle famiglie estese, o gli sceicchi.

Tra i benefici, lo Stato concede a questi uomini l’autorità di gestire quelle che sono considerate questioni “intracomunitarie”. Così, per esempio, la polizia israeliana ha riconsegnato donne in fuga che si sospetta subiscano abusi dai loro parenti e coniugi, le stesse persone da cui scappavano.
Questa non è una richiesta di riforma istituzionale, ma di approfondimento della nostra comprensione della relazione intrecciata tra la colonizzazione e le manifestazioni di oppressione sociale. Inoltre, la polizia, come sanno le donne di tutto il mondo, non è né nostra protettrice né alleata; figurarsi quando diventa parte di una struttura coloniale che include i palestinesi come soggetti che devono essere sorvegliati e controllati; che sia la polizia israeliana o la polizia dell’Autorità Palestinese addestrata dagli americani, con un ruolo essenziale nel controllare i palestinesi nell’interesse del nostro colonizzatore.
Una realtà che non può essere esclusa da questa matrice di oppressione è la paralisi sistematica dello sviluppo economico palestinese e la trasformazione dei palestinesi, incluse le donne, in una forza lavoro economica e sfruttabile.
Tutto ciò culmina in un sistema di violenza a più strati dove le relazioni di potere nelle forme sociali, economiche e di genere sono intensificate e riprodotte, con un impatto diretto sulle formazioni sociali intracomunitarie.

Nella sua chiamata iniziale, Tal’at ha chiesto di cogliere l’opportunità di costruire la solidarietà femminista deframmentata palestinese. Nel fare ciò, Tal’at spinge attivamente contro la corrente di frammentazione sociale, politica e geografica che travolge il paesaggio palestinese, accelerata dal processo di costruzione di uno Stato neoliberista cementato dagli accordi di Oslo del 1993.
Oslo ha limitato la lotta di liberazione palestinese attorno a un’idea burocratica di stato e a diritti frammentati mentre incideva uno spazio tra lotte sociali e politiche, limitando inoltre la nostra abilità di articolare una visione più ampia della liberazione collettiva.

Il movimento politico palestinese – nelle sue rappresentazioni multiple – continua a giocare un ruolo attivo nell’estromettere e minimizzare l’emancipazione delle donne come una questione che riguarda solo le donne che dovrebbe essere articolata sulla base dei diritti individuali neoliberisti e all’interno dei confini delle organizzazioni no-profit delle donne. La sicurezza e la dignità delle donne vengono presentate come una battaglia secondaria che dovrebbe essere posposta alla liberazione “geografica”.

Tal’at si è sviluppato per cambiare questa realtà forzando le politiche emancipatorie in programma, affermando che la nostra lotta di liberazione deve essere basata sul centrare le esperienze di coloro che sono emarginati socialmente, politicamente ed economicamente e praticando una solidarietà attiva con tutti quelli che subiscono le barbarie del sistema corrente.
Aspiriamo alla costruzione di un mondo diverso, perché la nostra emancipazione dipende dalla distruzione del capitalismo, del colonialismo e del patriarcato.

Dunque, Tal’at non dà la priorità al formulare richieste istituzionali, né da parte dell’Autorità Palestinese e sicuramente non da parte dello Stato israeliano; la nostra lotta è interna alla Palestina per la costruzione del tessuto sociale e politico, con l’avvio di un processo di guarigione collettiva radicale, che caratterizza la nostra lotta di liberazione, nel discorso e nella pratica.

Tal’at segna una nuova era per il femminismo palestinese, dove un movimento con radici indipendenti sta provando a forzare un discorso femminista rivoluzionario nell’agenda politica, ridefinendo la nostra battaglia di liberazione nazionale, come una che incarni il tipo di società che vogliamo costruire.
Quello che il futuro ci riserva è incerto, ma sappiamo che mettere insieme le donne palestinesi in un unico movimento, in uno spazio di attivismo politico-femminista decentralizzato ma anche deframmentato, crea le condizioni per la crescita e la solidarietà.